Esta sección establece los principios científicos fundamentales que gobiernan el proceso de sublimación, transitando desde la física elemental hasta las interacciones moleculares específicas que la convierten en una técnica única de decoración textil.
En el ámbito de la fisicoquímica, la sublimación se define como la transición de fase directa de una sustancia desde el estado sólido al estado gaseoso, eludiendo la fase líquida intermedia.1 Este fenómeno es distinto de la evaporación (líquido a gas) y requiere un conjunto específico de condiciones de temperatura y presión, que se sitúan por debajo del punto triple de la sustancia en su diagrama de fases.1 El punto triple representa la presión y temperatura mínimas a las que la sustancia puede existir en estado líquido.
Desde una perspectiva termodinámica, el proceso es de naturaleza endotérmica, lo que significa que necesita un aporte de energía, comúnmente en forma de calor, para que las moléculas del sólido adquieran la energía cinética suficiente para vencer las fuerzas de atracción intermoleculares que las mantienen unidas en su estructura cristalina y escapar a la fase de vapor. La energía total requerida para esta transición, conocida como entalpía de sublimación, es la suma de las entalpías de fusión y de vaporización. Este principio termodinámico es la base científica que justifica la necesidad de una prensa de calor en la aplicación textil.
Es de vital importancia diferenciar este cambio de estado físico de una reacción química. La sublimación del colorante no implica una descomposición, combustión ni alteración de la estructura química de la molécula de tinta. Esto asegura la fidelidad del color transferido. Procesos como la disociación del cloruro de amonio al calentarse o la combustión de la cera de parafina en una vela son reacciones químicas, no sublimación, ya que resultan en la formación de nuevas sustancias químicas.
El proceso de sublimación textil es, en su esencia, una interacción molecular entre colorantes dispersos especializados y fibras de polímeros sintéticos, principalmente el poliéster. A temperatura ambiente, las cadenas poliméricas del poliéster se encuentran en un estado compacto, con una estructura molecular cerrada y no receptiva.
El mecanismo de infusión se desarrolla a través de una secuencia de eventos interdependientes, demostrando una simbiosis entre la física y la química. La transición de fase física del colorante actúa como el mecanismo de transporte, mientras que el cambio físico en el polímero funciona como el mecanismo de recepción. Sin el primero, el colorante no puede viajar; sin el segundo, no tiene a dónde ir.
El resultado es una solución en estado sólido estable, donde el colorante se convierte en una parte integral de la fibra misma, en lugar de ser una capa superficial. Esta unión a nivel molecular es la razón científica detrás del "tacto cero" (la impresión es imperceptible al tacto) y la excepcional durabilidad de los estampados por sublimación. La permanencia no se debe a un enlace químico covalente, sino a una encapsulación mecánica extraordinariamente estable. Este atrapamiento físico es extremadamente resistente al desgaste mecánico (lavado) y a los agentes químicos (detergentes), lo que explica su superioridad en durabilidad frente a otras técnicas.